Desde la ventana veía coches y nieve. El sol se escondía al final de la calle y las lámparas del café se encendían. Llevaba dos horas y media con el mismo té helado, pero mientras ese vaso siguiera sobre la mesa, el derecho de tener acceso a internet gratis se mantenía. Jugando con una laptop prestada esperaba que las horas se fueran lejos. El mahjong y el facebook eran escapes para esta situación, pero el dolor en la boca del estómago, ese recuerdo físico de una obligación no cumplida, seguía haciéndole compañía. Había que ponerse a leer, escribir y comentar la relación entre el papel del intelectual y los cambios políticos de Cuba. Tanto frío, tanto hielo, tanto invierno, ¿cómo se puede escribir del Caribe desde ahí?
15 ene 2009
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